REFLEXIONES
IR MÁS ALLÁ DEL DOLOR ADOLESCENTE
(Junio de 2023)
En los últimos años se ha puesto el foco en cómo están y cómo se sienten las y los adolescentes. Por fin se han roto algunos tabús sociales, cada vez se habla más de la salud mental de la adolescencia y hay más información de los malestares que están atravesando.
Una gran parte de esta atención, quizá emerja de las consecuencias que ha tenido el reciente aislamiento social por el que atravesamos todas las personas: el confinamiento. Hemos visto como ha sido especialmente complejo y doloroso para algunas personas, más que para otras.
Sobre las y los adolescentes se han dado a conocer diferentes problemáticas que ya estaban presentes antes, pero que se han amplificado y agravado. Se ha empezado a nombrar la depresión, la ansiedad, las autolesiones, los sentimientos de vacío, la dificultad para manejar impulsos, la pérdida de sentido vital y otros dolores emocionales, relacionales y/o físicos, que antes quedaban para las conversaciones en entornos profesionales o habitados por adolescentes o que, simplemente, se invisibilizaban ante la dificultad de abordarlos.
Dar visibilidad a esta realidad y a estos sufrimientos es un paso necesario para poder abrir vías para tratarlos, para hacernos cargo de ellos y se hace apremiante dar respuesta adecuada a estas problemáticas y realidades. En este sentido, parece que las y los adolescentes han ido perdiendo el miedo a expresar como se sienten y a pedir ayuda cuando sienten que lo necesitan. Quizá es a las y los adultos a quienes nos cuesta escuchar y dar peso a lo que nos está diciendo.
Es necesario entender que la adolescencia es un periodo de cambios, de desarrollo y crecimiento, de apertura al mundo, de salir de relacionarse, de empezar a separarse del entorno familiar para ir tomando decisiones propias, ir definiendo la identidad y dar los primeros pasos en encontrar un camino propio de vida. También, es una etapa que puede ir acompañada de conflictos hacia dentro y hacia fuera, de vulnerabilidad y sufrimiento, de aparición de un mundo emocional más amplio, complejo, confuso y, muchas veces, volátil. Cuando ponemos más peso a esta última parte, nos quedamos en el dolor y hace que veamos la adolescencia como un periodo muy convulso y cargado de conflictos constantes.
Desde el mundo adulto, a veces, tendemos a ver a las y los adolescentes con una mirada de distancia que nos impide comprender y conectar con sus vivencias y dificultades; construimos una manera de ver que amplifica lo diferentes que son de nosotros y nosotras, tendemos a ver nuestra adolescencia recordando más lo positivo que lo negativo, menos convulsa y donde asumíamos valores de respeto y adecuación a las normas sociales y familiares. Esta mirada que puede ser muy limitante si la traemos al momento presente, que puede hacer que entendamos la adolescencia más como una enfermedad o problema, que como un proceso vital por el que pasamos todas las personas.
Podemos construir una mirada más integradora de la adolescencia, que nos permita por un lado sostener el malestar emocional, escucharlo y dar la respuesta que necesite; y, por otro, una mirada más cercana que permita ir más allá de los dolores adolescentes. Así, podremos guiar de una modo más inspirador, reconociendo y aceptando las dificultades, la necesidad de experimentar, equivocarse y acertar, y aportando la estabilidad que necesitan para que puedan dar forma a su proyecto vital y generando sus propias herramientas para navegar por sus mares emocionales y relacionales.
Desde la Periférica ponemos en el centro a la adolescencia abriendo espacios para las y los adolescentes, así como las familias y profesionales que les rodean, podéis consultar las diferentes propuestas en nuestra página de actividades.