El encuentro de lo cotidiano | La Periférica Centro de Psicología | Madrid
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Lo que sabemos, lo que sentimos, las experiencias que hemos tenido, nos han ido constituyendo poco a poco, han ido perfilando aquello que hoy llamamos identidad y que es tan complejo de explicar. Pero lo que está claro, es que los principales aprendizajes de la vida, aquellos momentos que nos han marcado y que han supuesto, en algunos casos un punto de inflexión, en otros, un devenir tranquilo e imperceptible, no los solemos encontrar en las aulas, ni en los libros de texto, ni en seminarios sesudos (algunos maravillosos y valiosísimos).

 

Estos momentos, espacios, personas... suelen ser mucho más determinantes que el lugar que el relato de nuestras vidas les otorga, ya que en la mayoría de los casos olvidamos lo cotidiano para centrarnos en lo excepcional.

  

Si a esto le sumamos que los mecanismos que anclan dichas experiencias a nuestra existencia no suelen tener nada que ver con la razón, sino con olores, sabores, sonidos o simples sensaciones corporales, tenemos la formula perfecta para el olvido y la infravaloración. Dejando de lado gran parte de lo que somos y sobre todo, del modo en el que hemos llegado a serlo.

 

Por eso hemos decidido intentar hacer un recorrido por nuestra historia, tanto individual como colectiva, primero, a través de los sentidos y después a través de libros, series y lugares que al pensar en ellos nos evocan sensaciones más que pensamientos, que nos trasladan a momentos de encuentro, de crecimiento, de aceptación, difícilmente explicables a través de la palabra.

Además queremos que este viaje sea a través de lo bueno que hemos sentido, que hemos encontrado y/o construido, tanto solas como en compañía, porque partimos del convencimiento de que para poder vivir la vida, para poder asumir la falta, el vacío o la frustración, es necesario conectar con aquello bueno que tenemos, que nos nutre y que puede nutrir a otras personas, desde aquí, desde la confianza, el reconocimiento y el encuentro de lo cotidiano es el mejor lugar desde el que mirar lo que somos y el mundo que nos rodea.

Silvia Altolaguirre Soler

Olfato

LOS SENTIDOS

EL OLFATO

Cada vez que vuelvo a sumergirme en un pinar, las emociones siguen siendo las mismas que en mis primeras experiencias
LOS PINARES

El olor a pinar me traslada inmediatamente, y por mucho que pasen los años, a la primera vez que de niña fui de acampada con la familia de una amiga. 
Recuerdo la sensación en el saco, la ilusión de dormir bajo las telas, los nervios de que entraran muchos bichos… Me viene sobre todo, la sensación de aventura, y de poder encontrar hogar y refugio más allá del conocido.
 
Lo más curioso es que, cada vez que vuelvo a sumergirme en un pinar, las emociones son casi las mismas; quizás porque las experiencias que vivo en ellos son parecidas; o quizás porque mi olfato me coloca en disposición de buscar al tiempo aventura y refugio, y me da la posibilidad de transformar el momento para volver a experimentar algo igual de especial.

¡Qué afortunada de poder cruzarme con este olor tan a menudo!


Esther

El olor de mi perro me traslada del campo a casa, de la tranquilidad a la aventura y del alegría al enfado
OLORES CONTRADICTORIOS

Siempre he vivido los olores de un modo contradictorio, travieso y muchas veces incorrecto. De pequeña me regalaban olores para ponerme guapa y, a mi, me daban dolor de cabeza, los olores que sirven para relajar, me vuelven a generar el persistente dolor de cabeza o el olor a una buena tortilla de patata con cebolla, me revuelve el estómago. Creo que el olfato es el sentido que se codifica del modo más personal e intransferible de todos los sentidos.

Si tengo que elegir entre los olores que me generan bienestar, elegiría otro olor contradictorio, el olor de mi perro (que no el olor a perro...). Simón es capaz de generar una gama inmensa de olores, algunos más sutiles y otros más intensos, pero todos ellos me hacen sentir en casa, me divierten y algunos me siguen sorprendiendo.

Mis amigas huelen a perro en mi coche, yo huelo a campo y caminatas; cuando llueve, ese olor intenso a pollo crudo que generan los perros mojados, si es de Simón, me hace gracia y me invita a acercarme, a cuidarle; el olor mañanero, reconcentrado, de haber pasado una buena noche de sueño profundo, me lleva directa a la ventana, a airear y a ser consciente de que se puede vivir la vida de un modo relajado; los olores asquerosos a bicho muerto con los que me ha deleitado en más de una ocasión, después de la arcada correspondiente, me vuelven a hacer gracia y me llevan a una sensación de aventura.

En resumen, mi perro y todos sus olores, me trasladan del campo a casa, de la tranquilidad a la aventura o del enfado a la alegría más rápido que cualquier otro olor en el mundo.


Silvia

El olor de las sopas de ajo me recuerdan al hogar y la compañía de mi familia
SOPAS DE AJO

Última hora de la tarde en invierno, mientras jugaba la última partida de cartas en la cocina con mis abuelos siendo una niña, mi madre terminaba de cocinar las sopas de ajo que no podían faltar como primer plato de la cena en esos días fríos. Ese olor me lleva al calor del hogar y a estar en compañía de mi familia.

Laura

resinoso, embriagador y envolvente es el olot a jara. Respiro infancia, alegría y libertad
JARA

Resinoso, embriagador y envolvente...respiro jara y respiro infancia, alegría y  libertad. Tardes de verano entre pinares y rocas de granito..

Respiro jara y, de pronto, me lleno de vida, de ganas de subir la ladera, de ganas de quedarme y oler todo lo que hay detrás, de tumbarme sobre el colchón de  hojas y perderme entre el azul del cielo y las copas de los árboles.....todos mis demás sentidos se amplían, se llenan de presencia y me siento segura y en calma.

El olor de la jara es volver a casa.


Rocío

El olor a chimenea me atrae, me recuerda a buenos momentos con las personas que quiero
OLORES QUE INVITAN A PASAR

Hay olores que resuenan dentro de mí, atrayéndome. Son olores que cuando se cruzan en mi camino logran que el mundo se pare. Por un momento me olvido de todo lo demás, empiezo a ir más despacio hasta que me detengo para recrearme en ellos.

Son muchos los olores que llevo dentro. El del café que borra las legañas mañaneras o es una sobremesa con colegas, el del pan recién hecho que despierta el apetito, el del jazmín que lleva al cine de verano al que iba de pequeño, o el de un cigarrillo negro que es un viaje en furgoneta con mi padre.

Pero si hay un olor que pone a rastrear al perro sabueso que habita en mí hasta dar con el lugar del que viene, es el de la leña en la hoguera. Ese es el olor de la casa de mi abuela y de mi casa del pueblo. Cuando lo huelo, el otoño y el invierno se hacen presentes, veo a mi abuela preparando unas patatas estofadas sobre la lumbre, siento la tranquilidad de estar sentado en el sofá mientas me dejo hipnotizar con la danza del fuego, vuelvo a conversaciones con colegas o familia delante de una buena comida y unas cervezas, y puedo notar por un instante como mis manos y pies van perdiendo el frío.

Cuando huelo a chimenea encendida, esté donde esté, me paro y busco la casa de donde viene el olor. Y, a veces, doy unos tímidos pasos acercándome con la intención de llamar al timbre, esperando que abran y con un “adelante” me inviten a pasar.


Alberto

Un olor que me lleva a la infancia, el olor a tierra mojada, olor a nostalgia, a fin el del verano.
LA TIERRA MOJADA

Con la llegada del otoño y sus primeras lluvias el ambiente toma un olor a tierra mojada, un olor que me lleva a la infancia, un olor que activa recuerdos que entornan los ojos y saca sonrisas. El olor a tierra mojada…olor a nostalgia, olor al fin del verano, un verano largo de tres meses en el pueblo, olor a despedida de familiares y amigas, olor a ilusión de nuevos comienzos, la vuelta a Madrid y un caminar desconocido.

Muna

El gusto

EL GUSTO

Los especiado conecta con mis raices, me provoca conexión con lo ancestral
LO ESPECIADO

Siento una conexión con los sabores y aromas a especias…la cúrcuma, el comino, las pimientas, la canela, etc. Algo se activa en mí en una zona profunda a la que el recuerdo a veces no es capaz de llegar. Lo especiado transciende una conexión esencial, me conecta con mis raíces, con algo ancestral.

Muna

El gusto. Manzanilla, aprendizajes compartidos en La Periférica
MANZANILLA

Manzanilla...ese regusto cálido que siempre sé que va a aliviarme...: un dolor de estómago, un dolor de ovarios... o... un dolor del corazón. El sabor que de niña odié porque había comido demasiado y me provocaba vomitar, y que, con el paso del tiempo, se convirtió en un sabor suave, acariciante y delicado que guardaba en su interior el milagro de calmar lo que fuera que te sucediera, simplemente porque era la tisana que siempre me llevó mi madre a la cama...Manzanilla, mi sabor de los cuidados. 

Rocío

El gusto de comer una tortilla de patata
TORTILLA DE PATATA

No hay mejor tortilla que la de nuestra madre y en mi caso no falla. Un pincho de tortilla viene bien a cualquier hora del día, creo que nunca me cansaría de comerlo. Es un placer cada vez que me lo llevo a la boca, nunca me decepciona. Me lleva a la sencillez y a esas excursiones del colegio comiéndome mi bocadillo, para mí, el mejor del mundo.

Laura

Sopa de fideos. El encuentro de lo cotidiano en La Periférica
SOPA DE FIDEOS

Tomar algo caliente como una manera de ir cerrando el día...apagando la mente...es algo que tengo muy ritualizado. Y un caldo con fideos, a veces de pescado, a veces de cocido o de verduras... es una cena que podía ponernos mi madre un día sí, y otro también, sin que generara cansancio sino más bien tranquilidad, rutina, el regreso a casa y juntarnos antes de separarnos para dormir... eso sí, ya calentitas. 

Esther Pérez Migueláñez

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EL GUSTO DEL VIAJERO

Dicen que un plato de comida puede hacerte viajar. Al menos en mi caso, así me pasa en ocasiones. Es un extraño poder mágico que se activa cuando la mezcla de sabores explota en mi boca y, en un abrir y cerrar de ojos, me traslado a lugares del mundo en los que he estado, me reencuentro con personas y revivo experiencias y sensaciones.

Un plato de cus-cus me lleva al ajetreo de una calle de cualquier ciudad de Marruecos, a recorrer un laberíntico zoco donde tienes la misión “casi imposible” de encontrar la salida y a estar sentado en una terraza frente a un té de hierbabuena, mientras comparten conmigo los sueños de ir en busca de una vida mejor. Unos tacos me trasladan a México, donde me reciben con los brazos abiertos, es sentir la alegría y el bullicio de la plaza de los portales de Veracruz donde la vida se vive intensamente al compás de las notas de una guitarra que toca un son jarocho. Un arroz con frijoles es estar sentado en un patio de una casa de La Habana hablando bajito de política y de revoluciones que fueron, son y serán, es volver a recorrer calles donde el tiempo se ha parado y, a la vez, la vida sigue con lo poco que se tiene.

Y me parece curioso como a medida que mi gusto se ha abierto a nuevos sabores del mundo, también lo ha hecho mi mirada. Con cada nuevo sabor que he probado mis horizontes se han ampliando, siendo cada vez más consciente de la enorme diversidad de realidades y maneras de vivir que existen, cada una de ellas como si fuera un plato único que está ahí, esperando a ser saboreado.


Alberto

El oído

EL OÍDO

El oído en el encuentro de lo cotidiano de La Periférica, centro de psicología y transformación social
CENCERROS

El oído de cencerros a lo lejos me dicen que ya estoy en casa. Ha llegado el momento de paz y tranquilidad, de vida y naturaleza. No es un sonido monótono sino todo lo contrario, suena al compás de quien lo porta pastando a sus anchas con la tranquilidad de quien sabe que no hay nada mas que hacer.
 
Cuando suena el cencerro es la hora de mirar a Simón, no vaya a ser que su instinto nos de una mala jugada y aun así, no deja de encantarme el sonido de esas campanas de hojalata.


Fredie

Campanario de la iglesia de Lozoyuela
SUENAN LAS CAMPANAS

Suenan las campanas! Suena a casa de los awel@s, vibran las paredes, resuena en el corazón. Un sonido singular que vayas por donde vayas suena igual. Suenan las campanas…suena a casa, a casa de l@s awel@s!

Muna

Gato tumbado mirando a la cámara
RONRONEO

Ronroneo, ronquidito, zumbido tonal que me hace conectar con la sensación de ternura, bienestar y amor a través del sonido vibrante e incesante de mis gatos.
Un sonido que me llena el alma de una forma como pocas cosas lo consiguen.
Muestra de una forma espontánea de afecto intenso, unión, encuentro, seguridad, calma.
Manera de comunicación y abrazo, que hacen colocarme en una escena, en la cual me siento afortunada, especial, amada. En definitiva a salvo.



Laura

El sonido de las puertas. El encuentro de lo cotidiano en La Periférica centro de psicología y transformación social
EL SONIDO DE LAS PUERTAS

Cuantos sentimientos, cuanta información, cuantos empieces en un solo instante aportan las puertas a mi día a día.

Creo que la clasificación podría ser interminable, así que seleccionaré unos cuantos:

-El chasquido confuso, que me mantiene alerta a la espera de un clack más sólido y definitivo, que cuando no llega, me genera inquietud y me obliga a levantarme para ver dónde se ha detenido el proceso.

-La puerta que se desliza suavemente anunciando que alguien me cuida y se preocupa de que me levante y de pronto no haga tarde.

-Esa puerta que se resiste a encajar y que tengo que calzar para poder seguir a lo mío.

-El sonido de la puerta de un coche cerrarse, inmediatamente seguido por la frase: “ya están aquí”, ruidos, inicio de actividad, encuentros…

-El chirrido de la puerta mal engrasada que se abre y anuncia que alguien ha atendido el telefonillo. 

-La puerta que se cierra y deja tras de si la angustia y la tensión de un encuentro tenso.

-El zumbido que hacen las puertas del aeropuerto al deslizarse, trayéndome, unas veces, ilusión por el encuentro y/o lo desconocido y otras, nostalgia por lo vivido y la certeza de que hay gente a la que quiero, que está lejos.  

Pero mi favorito sin lugar a dudas, es el sonido de las puertas que me dicen que ya estoy sola, que puedo relajarme y centrarme completamente en mi, este sonido me  ha acompañado toda la vida y a día de hoy sigue aportándome una paz y una felicidad que me cuesta explicar. 



Silvia

La risa en el encuentro de lo cotidiano con La Periférica centro de psicología y transformación social
RISAS CONTAGIOSAS

Que bueno es reír, que bien le sienta a mi cuerpo expandirse con una de esas carcajadas profundas que me recorren de los pies a la cabeza y que cuando terminan me dejan un “que a gusto me he quedado”. Y que curioso es eso de oír risas ajenas, que diferentes las siento.

Hay risas que al oírlas son como una caricia sincera que me llena de bienestar, otras que me generan sensación de complicidad y reconocimiento o las que me hacen sentir envidia y desear estar ahí donde nacen. Hay algunas que paso por alto porque me resultan insípidas, las hay que al escucharlas me avergüenzan y hacen que quiera salir corriendo. También están las maléficas que me dan un poco de canguelo avisándome de que algo turbio está por llegar, hay risas falsas que me hacen poner cara de póker y no creerme nada, o las que están cargadas de nerviosismo y me hablan de la incomodidad.

Aunque unas de las que más me divierten y, a la vez, con las que peor lo paso, son esas risas contagiosas, quizá un poco nerviosas, que aparecen en los momentos y lugares más inapropiados. Son esas risas que sin saber muy bien porqué, al escucharlas, se me meten en el cuerpo, empiezan a apoderarse de mi poco a poco, me van haciendo cimbrar hasta que ya no las puedo contener y...



Alberto

Armonia, el oído. El encuentro de lo cotidiano en La Periférica Centro de Psicologia y Transformación Social
ARMONÍA

Atriles que se recolocan buscando su espacio propio, el sonido sutil de partituras siendo repasadas y ordenadas, las cuerdas afinando, sin una pauta común ni dirigida, libres en el ajuste de cada vibración, pasos desordenados y ajustes de cada cuerpo en su silla, toses, risas, suspiros y respiraciones contenidas. Pequeño alboroto justo antes de empezar un concierto que hace que mi piel se erice, que, sin poderlo evitar, se me agolpen lágrimas en los ojos, lágrimas de anticipación atravesadas por lo emocionante de saber que la música que sonará en unos instantes se te meterá dentro, recorriendo tus venas de forma inexplicable y formando parte de ti, llegando hasta el antiguo deseo de una niña que una vez quiso ser capaz de tocar el violín cuando escuchó tocar el canon de Pachelbel en el salón de actos del colegio.

Rocío

El Tacto

EL TACTO

Contacto. Una experiencia kinestésica, sabemos como y donde tiene significado
CON-TACTO

Una experiencia kinestésica, sabemos cómo y dónde tiene significado. 

Dar la mano, abrazar y que te abracen, ese brazo sobre la espalda, esa caricia que recoloca, arrejuntarte para darnos calor. Una experiencia que me conecta con la ternura es ese tocar y sentir el terciopelo del pelo animal, un tacto silencioso, un tacto esponjoso, un tacto sin dirección que conecta desde otros lugares, que iguala sensaciones, que comunica experiencias y afectos.

Notar el contacto, apología al encuentro.


Muna

El Tacto en "El encuentro de lo cotidiano". Rayos de sol. La Periférica Centro de Psicología y Transformación Social. Madrid
RAYOS DE SOL

La sensación de calor que proporcionan los rayos del sol sobre mi cuerpo vestido o a piel descubierta, en días soleados de otoño o invierno. En un banco, jardín, parque, plaza o terraza se produce cada vez que se da esta oportunidad, una sensación de caricia que genera placer y a través de la que aparece recargada mi mente y estado de ánimo de alegría y satisfacción. Se consigue parar el tiempo y parece que puedo respirar la felicidad.

Laura

El tacto de la arena en la playa. El encuentro de lo cotidiano en La Periférica Centro de Psicología y Transformación Social
ROZANDO EL VERANO

Los días de verano en la casa de playa de mis tíos, cuando aún era niña, eran deliciosamente largos, y la rutina de verano se apoderaba de nosotras: 
Playa, casa, siesta, feria.
laya, casa, siesta, feria.
Y así un día tras otro con alguna novedad de cartelera de cuando en cuando. 

Rutinas llenas de sensaciones muy agradables, o al menos así las vivía entonces: el aire tibio del atardecer en el paseo marítimo; el vaivén de las olas tumbada en la colchoneta que a veces llegaban a marearme. El gusanillo que me subía por el estómago el bajar en la montaña rusa, la mano de mi prima pequeña agarrándose a la mía cuando iniciábamos la marcha hacia cualquier sitio…

No parábamos de pasear en todo el día: 
Paseo con helado. 
Paseo al mercado. 
Paseo de un lado a otro de la feria.
Paseo a la playa. 
Paseo por la playa. 

Paseo de vuelta de la playa; en este, las piernas molestaban demasiado, porque iban llenas de arena, rozándose entre sí, hacía calor y el camino se hacía eterno. Pero nada más llegar a casa, había parada obligada en el patio trasero, donde mi tía nos esperaba para quitarnos la arena con una manguera amarilla. Y recuerdo perfectamente las sensaciones: el tacto de la manguera, la temperatura del agua...ese momento de contraste, al notar el agua fresquita saliendo con un chorro suave y continuo, cayendo sobre la piel y arrastrando la arena hacia abajo...me dejaba el cuerpo en el punto idóneo para la siguiente fase de la jornada , comer y dormir la siesta. 

Creo que era el momento más placentero del día. 


Esther

Refugio. El tacto en el encuentro de lo cotidiano en La Periférica Centro de Psicología y Transformación Social
REFUGIO

Mi piel se eriza y empiezo a tiritar...siento que el frío empieza a colarse por dentro, amenazando con quedarse ahí y, entonces, acaricio la suavidad de la manta y anticipo la calidez que va a cubrirme...me acurruco debajo, y dejo que mi piel entre en contacto con el calor que desprende...noto el peso de la lana sobre mí, y me estremezco mientras la temperatura de mi cuerpo empieza a subir con el contacto...siento que mis músculos, antes contraídos, se relajan...respiro profundamente dentro de este refugio y siento el aire que exhalo acariciando mi cara..
Y, justo ahí, cierro los ojos, dejo que mi piel me cuente y me siento segura...

Si has llegado tarde y no entiendes por qué estamos compartiendo estas experiencias, aquí te dejamos el link de inicio donde lo explicamos.


Rocío

La vista

LA VISTA

El encuentro de lo cotidieno en La Periférica Centro de Psicología y Transformación Social. La vista y la inmensidad
LA INMENSIDAD

La primera vez que vi el cielo nocturno en un lugar sin luces de ciudad cercanas y con un horizonte despejado y abierto, lloré. Lloré mucho mientras me dejaba envolver por esa cúpula perfecta plagada de estrellas titilantes, de luces fijas y poderosas que luego descubrí que eran planetas, de luces fugaces a las que pedía deseos que luego descubrí que eran pequeños meteoros y polvo de cometas, de manchas oscuras que luego descubrí que eran nebulosas...lloré porque, de pronto, me sentí infinitamente pequeña a la vez que sentía, en lo más profundo de mí, que formaba parte de esa inmensidad llamada universo. Y lloré después al descubrir que, además, yo estaba hecha de polvo de estrellas.

Aprendí a localizar las caprichosas figuras que formaban las estrellas a mi vista, y jugué a imaginar formas nuevas, aprendí a descubrir sus colores, que me hablaban de su vida y de su calor, y aprendí sus nombres, sintiéndome una privilegiada por mirarlas y reconocerlas. Y, por encima de todo, me fascinó comprender que, cada vez que miraba el cielo nocturno, estaba mirando al pasado, convirtiéndome, de alguna forma, en una viajera del tiempo.

Aún hoy, cuando tengo el lujo de perderme entre estrellas se me eriza la piel, se me saltan las lágrimas sin poder evitarlo, y, sobrecogida, dejo que me acaricien y me sostengan, y, a pesar de la ciencia y la Astronomía, la única palabra que llega a mi mente ante esta vista es...magia.


Rocío

La vista. El encuentro de lo cotidiano en La Periférica Centro de psicología y Tranformación Social
UNA VIDA A TRAVÉS DE MIS OJOS

A través de este sentido, viene a mi mente el recuerdo de cuando era pequeña y junto a mi abuela, nos pasábamos horas sentadas en diferentes bancos de diferentes lugares y observábamos las personas que en ese momento pasaban por delante de nosotras, como hablaban, que gestos hacían... 
Jugábamos a inventarnos o intentar adivinar; quien serían esas personas, que nombre tendrían, a que se dedicarían, si tendrían familia o no, si eran felices o infelices, que cosas les gustaban y cuales les disgustaban.... 

Aún me descubro haciéndolo sentada en algún parque de Madrid, cada vez que paso por delante de algún pueblo o ciudad o me quedo a pasar unos días en ellas, o cuando voy en el metro o en el autobús.


Laura

La vista. El encuentro de lo cotidiano en La Periférica Centro de Psicología y Transformación Social
ESQUEMAS

Llevo gafas desde los 7 años, mis puntuaciones de memoria visual en los test del cole raramente pasaban del 15%, no soy buena reconociendo caras, ni combinando colores y leo muy despacio, pero articulo mi mundo a través de la vista. Para entender algo necesito verlo, dibujarlo, relacionarlo con su entorno, darle el espacio, la dirección y la forma que cuadran con los esquemas que se generan en mi cabeza. La vista es el sentido que da entrada directa a la vorágine de pensamientos, preguntas, conexiones, emociones y argumentos que bullen dentro de mi. Tengo cientos de recuerdos alegres relacionados con servilletas o folios, que me conecta con el deseo de entender, de crear, de poner orden y de soñar, sola o en compañía.

Sin duda la vista es mi sentido más creativo y organizador de todos.


Silvia

La vista. El encuentro de lo cotidiano en La Periférica Centro de Psicología y Transformación Social. El fuego
EL FUEGO

¿A quién no le atrapa el fuego? Ponerte en frente de una hoguera y quedarte hipnotizada es todo uno. Me quedo fijamente mirando las múltiples formas y colores que se van formando y poco a poco me voy relajando. Si lo disfruto en compañía me invita a charlar y recordar. Por otro lado, también me recuerda a esos campamentos de mi adolescencia donde cantábamos y hacíamos juegos alrededor de la hoguera todas las noches.

¡El fuego es un regalo para la vista!


Laura

El encuentro de lo cotidiano en La Periférica Centro de Psicología y Transformación Social. Estar para poder ver. La vista
ESTAR PARA PODER VER

Algo me pasa con las experiencias visuales, que no consigo transportarlas de un lugar a otro como hago con otros sentidos.

Una canción puede provocarme emociones parecidas la escuche donde la escuche; el gusto de un alimento o un olor, los experimente donde los experimente (aunque la experiencia en conjunto no sea la misma) no dejan de parecerme el mismo sabor, el mismo olor... 


Sin embargo, una imagen recibida in situ siempre me parece que queda a años luz respecto a cuando, simplemente, la “veo” fuera de contexto. 

Hace mucho que me doy cuenta de esto porque soy muy dada a guardar mis recuerdos en fotografías y, como se suele decir, por impresionante que sea un paisaje, o encantadora que sea una escena, cuando la ves en la foto “¡es que no es lo mismo!”. 

El año pasado, cuando los confinamientos impedían vernos en ciertos momentos y algunos encuentros teníamos que hacerlos online, tuve la misma sensación. Aun con la mejor calidad en la videollamada, no sentía que estuviera “viendo” a la otra persona. Tal vez porque cuando pienso en VER, lo que registro es la experiencia que me transmite ese ESTAR. Y lo que vemos cuando estamos con alguien nos transmite otra energía; vemos los matices más sutiles, vemos el espacio entre ambas, vemos el fluir del movimiento, vemos cómo nos acercamos o alejamos ante ciertas palabras; estamos en el mismo sitio en el mismo momento y eso acerca nuestra experiencia. 

Así como cuando miro fotos de viajes no me llega esa bruma del ambiente, o esa sensación de profundidad al mirar un paisaje, o todo aquello que veíamos más allá de los márgenes de la fotografía. Eso que hace que a veces mientras miro una foto tenga, curiosamente, que cerrar los ojos para VER en mi cabeza aquella escena.

Tal vez la vista es el sentido que más consciente me hace de que nuestras experiencias son una integración de todos los sentidos y eso es lo que hace únicas a cada una de ellas.


Esther

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